Revista
Tiempo Latinoamericano

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Apuntes para el debate: en torno a los nuevos escenarios. Desde octubre de 1982

Por Luis Miguel Baronetto, Convivencia Centro Tiempo Latinoamericano, 24/10/2009, Carlos Paz.

El presente escrito fue elaborado por el Director de la Revista Tiempo Latinoamericano con motivo de una convivencia-reunión del equipo CTL con el fin de evaluar el camino recorrido y debatir en torno a los desafíos que presentaban los nuevos escenarios políticos, culturales y eclesiales. Cabe destacar la lectura que se realiza de la presencia de la revista desde el año 1982 y la relación entre sus ejes temáticos con los diversos contextos nacionales y latinoamericanos.

Han pasado los años suficientes como para revisar los escenarios en los que estamos actuando. El contexto en el que aparecimos (octubre 1982), reuniéndonos los sobrevivientes, orientados por la consigna de Mons. Angelelli, con un oído en el evangelio y otro en el pueblo, señaló una voluntad de retomar un camino de compromiso y militancia que estaba:
- Más definido hacia los espacios eclesiales, como lugares de inserción por identidad motivadora, a la que volvíamos, ante un panorama de derrota política del movimiento popular, resurgiendo en fórmulas democráticas que empezaron a revalorizarse. Siguió predominando el discurso profético por sobre el político, o para expresarlo de otro modo: postulados ideológicos, con base evangélica, por sobre formulaciones concretas en la construcción de herramientas políticas. Lecturas de teología de la liberación, recuperación del martirologio latinoamericano y propuesta de CEBs (comunidades eclesiales de base). Una práctica “basista” obligada por el contexto de persecución, resistencia y sobrevivencia de la década anterior (1970).
- En los espacios sociales acompañamos los esfuerzos de nuevos emergentes que lograron conquistar importantes conducciones sindicales, al menos en Córdoba con el fenómeno de las listas verdes, que tenían un carácter pluralista y se definían como antiburocráticas. Lo de “pluralistas” era una respuesta política al sindicalismo peronista de ese momento, más identificado con los sectores de la derecha, que se habían mantenido cerca de las intervenciones militares a los sindicatos.
- Y en los espacios políticos no se volcaron demasiados esfuerzos, porque salvo intentos minoritarios, la apertura política sirvió para revitalizar las viejas estructuras del peronismo, del radicalismo y de la izquierda tradicional. Tampoco podía esperarse otra cosa después de los años de la feroz represión que castigó principalmente a los sectores, partidos y organizaciones con postulados y raigambre popular. Alguna izquierda no tradicional se recicló en el Partido Intransigente. Pero los sectores cristianos, siempre más ligados a las expresiones más revolucionarias del peronismo y con escasa tradición democrática –siguiendo la tradición católica–, no profundizaron su inserción en las estructuras partidarias. Y se optó por alentar más la militancia social que la militancia política.
Predominaban los viejos conceptos políticos que no habían incorporado los efectos de las nuevas realidades, principalmente en torno al poder, al estado, al movimiento obrero, a los partidos políticos y otros factores de poder social.

En estos escenarios las nuevas generaciones ingresaron a la problemática social a través de las organizaciones no gubernamentales, con una reflexión que derivaría en una fuerte conciencia antipolítica, antiestado y antipoder.

Nuestra práctica procuró, en los espacios eclesiales, retomar relaciones con personas y grupos con quienes habíamos transitado un camino previo a la dictadura, y con los nuevos grupos, sobre todo de jóvenes, que habían aparecido en el período posdictadura.

Nuestra revista de esos años revela una orientación temática primordialmente “religiosa”, intentando un rostro ecuménico, en una práctica nueva, que no había sido la previa a la dictadura. Estaba atada a la presencia y articulación con Acción Popular Ecuménica, el Centro Ecuménico Cristiano de Córdoba, El MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) y poco más. Aunque no estábamos muy conectados, algo incluíamos del cristianismo latinoamericano.

La relación “clerical” se estableció con el reducido grupo sacerdotal Enrique Angelelli, que no se propuso una acción pastoral de conjunto hacia la diócesis y poco hacia la sociedad (esporádicos pronunciamientos). Más dinámica fue la relación con miembros de congregaciones religiosas (claretianos, verbitas, conventuales, redentoristas, mercedarios) que aportaban una perspectiva más latinoamericanizada a partir de la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos/as). Se reflejó en acciones conjuntas de recuperación de la memoria martirial latinoamericana, Jornadas de Reflexión con Jóvenes, espacios como “Articulándonos” a propósito de los 500 años, impulso a los Encuentros de CEBs, SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia).

Aquí nuestro esfuerzo estuvo volcado a incrementar nuestra relación y presencia en parroquia, grupos y personas, identificadas con un cristianismo de liberación, que sintetizamos en el martirologio de Mons. Angelelli. Y desde la inserción sindical lograda también alentamos las “Campañas de Solidaridad” para apoyar el surgimiento de las ollas populares en barrios y villas de la ciudad, como la de Villa Obispo Angelelli, Los Pinos, Cabo Fariña y otros, surgidas por la necesidad al calor de la crisis.

Nuestras fuentes de financiación se abrieron a partir de las articulaciones con el espacio ecuménico.

Desde octubre de 1992

Las reflexiones a propósito de los 500 años y los espacios latinoamericanos con los que comenzamos a articularnos a partir de la relación con el CESEP (Centro Ecumênico de Serviços à Evangelização e Educação Popular), a partir de 1989, nos abrieron a las prácticas y reflexiones del cristianismo latinoamericano y a la realidad de los nuevos movimientos sociales (indígenas, mujeres, negros, campesinos, PT en Brasil).

Se mantuvieron los esfuerzos por estrechar lazos con sectores de la estructura eclesiástica más afín, también con el propósito de hacer avanzar la reflexión en la perspectiva de la opción por los pobres, cada vez más lavada en los documentos del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana). Esta relación a nivel episcopal se estableció mejor a nivel latinoamericano (vía CESEP).

Incorporamos elementos bíblicos y sociológicos que fortalecieron –a tono con tendencias latinoamericanas– la conciencia de la autonomía laical, contrarrestando la arraigada cultura clericalista.

La característica principal de esta década en la reflexión de nuestro Centro será la aparición de nuevos paradigmas con la centralidad en los movimientos sociales y un proceso de reflexión en torno al compromiso político, con un análisis autocrítico de las prácticas habidas en las estrategias para la toma del poder político del estado.

En nuestro caso, el escenario social se integró con una realidad de nuevas experiencias sindicales, una resistencia activa a la continuidad de los planes neoliberales y cierta frustración política luego de la claudicación del gobierno democrático de Alfonsín al consagrar la impunidad, después de los juicios a las juntas militares por violaciones a los derechos humanos; y la crisis económica por boicot de los grandes grupos económicos y la resistencia obrera con los 11 paros de la CGT de Ubaldini.

La crisis política del año 1989 y la asunción anticipada de Menem a la presidencia dará inicio a una década de profundización del neoliberalismo desde el esquema democrático, y en ese contexto a la cooptación de la burocracia sindical, la desarticulación de algunos espacios de resistencia, el auge de las privatizaciones, flexibilidad laboral, reformas laborales y previsionales, agudización de la pobreza y el desempleo.

La resistencia se hará principalmente desde lo gremial. En este contexto también aparece la CTA, al principio como Congreso de Trabajadores Argentinos. Luego como Central articuladora de trabajadores con empleo y sin empleo, dando cabida a nuevos sujetos sociales. Aparecerá con más fuerza el accionar de los movimientos sociales, levantando reivindicaciones esenciales como el empleo, al mismo tiempo que mediante el acompañamiento de ONGs se alentarán iniciativas de lo que se llamará la “economía social”, en el marco de la economía informal. Los microemprendimientos, con sus grandes limitaciones en el desarrollo, la administración y la comercialización, serán una salida momentánea, pero no llegarán a ser una solución. Servirán para reiniciar experiencias colectivas, de organización, de lucha, de reflexión, quizás sobredimensionando el rol social de estos nuevos movimientos, como el piquetero, producto de la expulsión social generada por la aplicación del neoliberalismo en su expresión más cruel y descarnada. Nos integramos a la convocatoria por “UN NUEVO PENSAMIENTO”, Marchas Federales, Por un Seguro de Empleo y Formación; y el FRENTE NACIONAL CONTRA LA POBREZA, propuestas éstas impulsadas por la CTA y otras organizaciones sociales y políticas.

En la década del menemato, procuramos una respuesta desde la profundización de la reflexión sobre las nuevas realidades socio-culturales-políticas y económicas. No se podía repetir el esquema “ofensivo” en una etapa eminentemente “defensiva”, ante la agresividad del modelo neoliberal, con la hegemonía absoluta del poder económico concentrado y la fuerte invasión cultural.

Los inicios de la década del 90 fueron el tiempo de constitución del CTL, de participación en instancias de estudios, reflexión sobre las nuevas realidades. Fue el tiempo de los cursos intensivos de verano y los esfuerzos por brindar espacio para el análisis de la nueva coyuntura. La apuesta debía ser en la batalla cultural, contrarrestando la hegemonía del pensamiento neoliberal. Descubrimos –también por el aporte derivado de la participación en los cursos del CESEP de miembros de nuestro Centro– la importancia y la urgencia de adentrarse en el debate sobre las nuevas realidades.

En los Encuentros de Reflexión Mons. Angelelli seguimos insistiendo con una triple línea de reflexión, aunque incluyendo nuevas y diversas visiones:
- desde las motivaciones evangélicas: mediante temáticas bíblicas y teológicas;
- desde las realidades sociales: los nuevos movimientos sociales;
- desde la búsqueda política: el estado, el poder, las articulaciones con la sociedad civil.

Después de diciembre del 2001

El hartazgo social expresado en las movilizaciones porteñas de diciembre de 2001 y las movilizaciones de los desocupados en el extremo norte y sur del país en reacción a la privatización del acero y del combustible, se terminó expresando en la consigna “que se vayan todos”, motorizada en las “Asambleas Populares”, que tuvieron vida efímera al no dar el paso a lo político. Aunque cabe destacar que nuevos militantes surgidos de estas experiencias participativas se sumaron a embrionarias construcciones políticas.

No se fue nadie, pero obligó la instalación de un nuevo escenario nacional, después de la renuncia del Presidente De la Rúa y la transición de Duhalde, con la asunción de Kirchner, que encarnó medidas políticas necesarias para generar el consenso social y así revertir la debilidad eleccionaria. Quizás la de más trascendencia sea la fuerte decisión política para el juzgamiento de los genocidas. Además, el tratamiento de la deuda externa con el canje de bonos y la suspensión de la relación con los principales organismos de créditos internacionales (F.M.I).

También la apuesta a la integración latinoamericana, a partir del nuevo escenario con el surgimiento democrático de gobiernos populares en varios países de Latinoamérica y el caribe: Venezuela, Uruguay, Ecuador, Brasil, Chile, Bolivia, Paraguay, Nicaragua…

Varios de los paradigmas de los noventa fueron puestos en discusión: la nueva relación entre militancia social y política; nuevas reflexiones acerca del poder y las formas de construcción política; la reubicación del rol de los movimientos sociales: autonomía y articulación: entre la cooptación, el clientelismo y el crecimiento de las organizaciones populares; la nueva relación estado-sociedad civil. ¿Las ONGs no resultaban funcionales al modelo neoliberal en la medida que suplían y abarataban costos a un estado que quería reducir el gasto público en personal y políticas sociales?

Este nuevo escenario latinoamericano, en lo interno contribuyó –pero debería haber incidido con mayor fuerza– a revalorizar el rol del Estado y a política. No así el de los partidos políticos porque los caminos no fueron iguales en los distintos procesos latinoamericanos. En algunos casos se llegó por partidos nuevos largamente construidos (PT en Brasil, FA en Uruguay); en otros por nuevas coaliciones que enfrentaron a los viejos partidos. Y también casos donde los movimientos sociales tuvieron fuerte incidencia (Bolivia y Ecuador) o con esquemas partidarios relativamente tradicionales (Chile).

En Argentina la ausencia de un bloque de poder de las organizaciones populares articuladas en una construcción política, impidió hasta el momento profundizar en medidas políticas de fortalecimiento del estado y de las mismas organizaciones de la sociedad civil. La posibilidad de alentar desde los recursos del estado una construcción política que fortalezca la dinámica política de los sectores populares ha sido vencida por varias razones: imposibilidad de construir liderazgos genuinos y transparentes; voluntad de cooptación por parte de esferas del gobierno; articulación en la oposición de poderes económicos afectados por medidas políticas (campo, medios de comunicación, bancos); ante la debilidad de apoyo popular genuino, negociación con los aparatos sindicales a cambio de prebendas económicas para el manejo de fondos para las obras sociales; revitalización de las viejas estructuras partidarias (retorno al “pejotismo”).

La construcción de una herramienta política para los sectores populares es una de las tareas pendientes.

¿Cómo fortalecer la conciencia acerca de su necesidad, sus posibilidades? ¿Cómo comprender la dinámica propia de la actividad política sin que sea desvirtuada por las prácticas corruptas; y a la vez sean eficaces y no meramente declarativas ni “angelicales”?

Estas cuestiones parecieran ser los principales desafíos de estos tiempos. Y desde tres líneas de acción y reflexión:
1) Compromiso con el desarrollo de la memoria popular. Martirologio. Juicios de DD.HH. Luchas populares. La memoria del ayer como aliento a la lucha pendiente de hoy. Especial atención merecerán los esfuerzos por la causa judicial Angelelli y otras donde se incluyan militantes cristianos. Tanto sea para revitalizar el valor del testimonio hacia el interior del espacio eclesial, como para señalar hacia el conjunto de la sociedad criterios y valores para la acción social y política en la actual etapa.
2) Promoción del involucramiento político, asumiendo la dinámica propia de estos espacios, realizando aportes para construir unidad en la diversidad, con valores éticos de honestidad, tolerancia y solidaridad.
3) Acompañamiento y articulación de reclamos populares en organización y movilización (uniendo la memoria de las luchas, con la necesaria articulación político-social para la obtención de respuestas concretas a las urgencias de los pobres). Conjugar equilibradamente la relación dialéctica entre necesidades inmediatas e intereses históricos.

¿Cuál es el aporte específico del CTL en esta etapa, desde su inspiración cristiana y con el oído puesto en los intereses populares?

Algunas propuestas:
- Mantener, sin desvanecer, la identidad cristiana: ¿Cómo hacer explícito el aporte cristiano, sin cristianizar la política? Esta identidad cristiana aporta al campo popular perspectivas y valores que contribuyen a su mejor organización y lucha, siempre abiertos a otras cosmovisiones…
- Articulación con otros centros y organizaciones para ofrecer instancias de debate, reflexión, estudio y formación en orden a crear o despertar conciencia en niveles de liderazgo, agentes pastorales o militancia social y política activa.
- Retomar, en esta línea formativa, la relación con Centros afines de países latinoamericanos.
- Fortalecer la presencia institucional en diferentes ámbitos: eclesiales, sindicales, políticos, estatal, a nivel local y nacional. Sirve para referenciar la identidad y sus valores en los ámbitos “seculares” y también “eclesiales”.
- Ofrecer elementos para la formación y la investigación histórica, mediante la biblioteca y el archivo, principalmente en torno a la temática: cristianismo, política y derechos humanos. Seguir construyendo el martirologio.
- Alentar el involucramiento político y social, preservando la autonomía institucional. “No sólo predicar con la palabra, sino con el ejemplo”, dijeran los antiguos.

El nuevo escenario de retracción eclesiástica, de dificultades en nuevas estructuraciones políticas y de continuidad de esfuerzos por alentar la organización social en torno a las necesidades de los pobres, que siguen siendo muchas, por una parte; y las características limitadas en cuanto a posibilidades de nuestro Centro por otra, nos vuelve a plantear una orientación precisa para nuestra función: Se trata de apuntar a “minorías”… de personas, grupos, sectores. El fortalecimiento de su referencia social y pública debe contribuir a ese objetivo. La articulación con otras instituciones afines también.

Uno de los signos de avance del grupo constitutivo del CTL es el mayor nivel de discusión política. Y probablemente de opciones políticas más compartidas, sin por ello anular la diversidad, ni involucrar a la institución, cuestión importante de preservar.

El actual escenario eclesial, caracterizado por una múltiple y diversa oferta religiosa, por una importante pérdida de referencia e influencia social de las iglesias cristianas tradicionales y un destacado avance de la “secularización”, admite al menos dos niveles de reflexiones y posibles líneas de acción:
a- En relación a la identidad evangélica que anima a los/las militantes: Para estos sectores o personas, el CTL debe ofrecer instancias y herramientas que fortalezcan sus convicciones, sus conductas y sus compromisos. La Cátedra Angelelli, con la UCC va en este sentido. La revista –con las características que se definan– y la edición de otros materiales deben ser instrumentos imprescindibles. Algunas publicaciones pueden ser en coediciones: Abaratar costos y ampliar difusión.
A nivel latinoamericano asistimos a un proceso abierto de reflexión acerca de las nuevas respuestas (si es que se tiene necesariamente que dar respuestas!) o desafíos para la o las teologías de la liberación y la reflexión bíblica. Compartir esos nuevos aportes, por lo que tienen de tales, pero también como aliciente para animarse a explicitar y escribir los propios a partir de nuestras realidades locales, sería una línea de acción que deberíamos impulsar desde nuestro CTL.
b- En relación a las instituciones eclesiásticas (católicas y protestantes): Con referencia especial a las realidades de Córdoba y La Rioja. Fortalecer la relación institucional, en el marco de compartir la inspiración cristiana, pero siempre en el ejercicio pleno y maduro de la autonomía laical. Esto requiere caracterizar los actores para definir políticas que contribuyan al objetivo definido. En este aspecto y a nivel general puede decirse que la institución eclesiástica católica y las otras iglesias también, en menor medida dado su menor nivel de su incidencia social en Argentina, sufren una mayor pérdida de poder social. A nivel de la sociedad la iglesia católica, por la conducta de su jerarquía, no logró posicionarse favorablemente en la temática de los derechos humanos. Los gestos tibios de autocrítica no sólo no alcanzaron sino que alimentaron la sensación de una actitud corporativa que ha prolongado el descrédito y desprestigio de la institución. Pero también por su postura dogmática ante otros temas en debate, puestos en la escena política: educación sexual, aborto, medios, aportes estatales, divorcio, etc. En Córdoba el excesivo esfuerzo de la institución eclesiástica para sólo mirar hacia adentro, abandonando escenarios sociales, culturales o políticos, ha producido un aislamiento que le ha acarreado pérdida de poder social (ej.: los cambios en la representación de la pastoral social). Se mantiene en lo cultual por la religiosidad popular, pero sin que la prédica oriente conductas sociales. Es evidente que se le ha restringido su nivel de influencia social.
No hay con esa perspectiva de la fe que encarna la estructura eclesiástica cordobesa, demasiado puntos de contactos. Pero sería un error agudizar las diferencias. Los esfuerzos deben estar volcados a articular y fomentar acciones de solidaridad y promoción de los derechos de los pobres, en todos los ámbitos, apoyando los esfuerzos de organización y reclamo en los territorios.