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Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Mayo de 2015)

Agua, Tierra y Pan para Todos

Revista nº99 (Cliquee para ver/descargar)”El agua espara todos, la tierra espara todos, el pan espara todos".
Obispo Enrique Angelelli, 1969, La Rioja

El agua, la tierra y el pan se resumen en la vida. Su carencia es la muerte, la indignidad, la miseria, la desigualdad social, la mortalidad infantil, el abandono de los ancianos, la ruptura de la fraternidad, el egoísmo, el individualismo, la exclusión de los “descartables”, las injusticias sociales, la causa de violencias y guerras desde tiempos inmemoriales. Hoy también, porque padecemos las consecuencias de un modo de organizar la sociedad que ha establecido como sagrado e intocable un derecho a la propiedad privada, negado a las mayorías empobrecidas. Agua, tierra y pan. Tres bienes esenciales a la vida. Y tres veces la insistencia que “es para todos”. Esta es la trinidad de la vida.

No es un “castigo celestial” la pobreza establecida y crónica; sino el resultado de una manera de ejercer el poder político que no pone en el centro del escenario las necesidades de los que menos tienen y pueden. La distribución del agua, la tierra y el pan está en estrecha relación con las decisiones políticas que toman los dirigentes desde las distintas esferas de los poderes establecidos, tanto sean sociales, eclesiales, sindicales, económicos o específicamentepolítico-partidarios.

Por eso el debate sobre el agua, la tierra y el pan deberían estar presentes en un año electoral, donde los ciudadanos somos convocados a elegir los representantes políticos. Los candidatos deberán incluir en sus plataformas electorales sus propuestas de políticas de estado sobre estas realidades esenciales a la vida. Sin embargo el silencio abunda en quienes tienen más posibilidades de ocupar espacios decisivos.

Para algunos, tamañas pretensiones son nostalgias del pasado. Pero las víctimas son de hoy. Nostalgias, sueños o urgencias del presente. Las graves injusticias de ayer, siguen siendo deudas pendientes, aunque la democracia haya posibilitado algunos avances. Pero en 30 años de continuidad institucional -dicen los estudios- se ha mantenido la misma distribución del ingreso. Es cierto que los duros golpes represivos del pasado han minado capacidades de reacción, conduciendo a un peligroso repliegue, que ha debilitado no sólo las fuerzas populares por mayor justicia social, sino a la democracia misma.

Los avances institucionales deben llegar también a modificar la situación estructural de los pobres. Los progresos logrados sinduda ayudan a valorizarse. Pero la mayor dignidad es sentirse protagonista en ese proceso de recuperación social, sin el sentimiento de deuda que genera un “favor” concedido desde arriba.

Hechos resurreccionales del presente animan en la esperanza de cambios imprescindibles para una transformación social demorada. Así lo testimonian varios procesos sociales y políticos en América Latina. Símbolo de ello también, no sólo para la institución eclesiástica sino para la realidad latinoamericana, son la beatificación del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, en El Salvador, y el anuncio del inicio del proceso para nuestro obispo y mártir de los pobres Enrique Angelelli, en Argentina. En la ambigüedad propia de los símbolos, habrá que evitar que se los transforme en “estampitas” vaciadas de contenido, como nos advertía hace varios años el teólogo Arturo Paoli. La memoria de los “testigos fieles” sirve cuando es acicate para asumir sin claudicaciones las responsabilidades y compromisos del presente en la doble fidelidad “al Evangelio y al Pueblo”.

“Hagan esto en memoria mia” es el mandato martirial. Desde la última cena. Donde ESTO es compartir el pan, para fortalecerse ante la persecución por tocar intereses supuestamente “intocables”. Los dioses que exigen sacrificar la vida de los pobres, no toleran el “sacrilegio” siquiera del cuestionamiento profético; peor aún, en lo político necesitan eliminar la peligrosidad de una pastoral organizada y de un pueblo movilizado en demanda de Justicia para la Paz.

El martirio es la consecuencia no querida, pero a veces inevitable de aquella doble fidelidad. Porque los poderosos intereses -que siempre tienen nombres y apellidos- de los que se aferran a vivir a costas de la explotación de los empobrecidos, dificilmentecomprendan y sientan que el destino colectivo de la humanidad -organizada en cada comunidad local, nacional o internacional- es para todos.

Reconocer el martirio de vidas arrebatadas por las manos asesinas de los poderes hegemónicos significa valorar la justicia de las causas en las que comprometieronsus vidas. “Si tengo miedo, pero no puedo esconder el Mensaje debajo de la cama”, confesó Mons. Angelelli a su familia un mes antes que lo mataran. El Mensaje proclamado fue mucho más que palabras, porque encarnó en comunidades que también fueron martirizadas. Fieles testigos de la lucha por el agua, por la tierra y por el pan para todos. Especialmente cuando el “todos” es denuncia de una distribución injusta, para algunos, los menos. Y reclamo de cambios profundos y urgentes a favor de los más.

Que a nivel social se haya extendido la preocupación ambiental unida a la dignidad de la vida para todos constituye un avance que debe instalarse en las instituciones donde se encauzan las demandas de la sociedad. El compromiso eclesial con los pobres tiene que proyectarseen comunidades que amplíen sus condiciones de dignidad yjusticia. Los representantes políticos deben asegurar politicas de estado que garanticen los derechos de todos y todas. La dirigencia sindical, asumir la responsabilidad de abrir el horizonte a la articulación de los movimientos sociales para el reclamo y la protesta... Así se fortalecen las instituciones; cuando cumplen sus funciones. Así se recupera la credibilidad, que en mucho se ha debilitado por las nuevas decepciones políticas. Asi se revaloriza el rol de las herramientas propias del reclamo reivindicativo. Así se consolidan los espacios diversos organizados para una democracia que debe ampliarse y ser para todos. Es tarea de todos hacer que el agua, la tierra y el pan sean para todos.

Equipo Tiempo Latinoamericano