Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Julio de 2003)

Despertar de nuestro letargo

Revista nº73 (Cliquee para ver/descargar)“Es hora de despertar de nuestro letargo, si la Fe nuestra ya no nos hace hacer opciones de vida. La Fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicciones.” (Mons. Angelelli, 22 de noviembre de 1970)

Celebramos el 27 aniversario del martirio de Mons. Angelelli. Como cada año reavivamos la memoria de nuestros mártires para fortalecernos mientras caminamos en la construcción de la solidaridad, la fraternidad y la justicia. La misma Palabra que animó a miles de hermanos y compatriotas a ser fieles y consecuentes con su Fe en sus opciones de vida, nos sacude hoy para despertar de nuestro letargo.

Quienes nos proclamamos cristianos debemos revisar a cada paso si somos coherentes con las exigencias del Evangelio: “Tuve hambre y me diste de comer, estaba desnudo y me vestiste…” Garantizar la comida, el vestido, la vivienda para todos es también y principalmente responsabilidad de los cristianos. Y esto exige involucrarse en los problemas y en la búsqueda de soluciones de fondo.

La realidad nos golpea todos los días con la desnutrición, el abandono de niños y ancianos, la falta de techo y la pobreza generalizada, que ha crecido en forma alarmante en estos años no por obra de la casualidad, de la magia o el castigo divino. Este es el escándalo en un país que se reconoce mayoritariamente como cristiano.

Las causas de estos males tienen nombres y apellidos concretos. Denunciarlos para despertar a la realidad es exigencia de nuestra Fe. Señalar a los causantes para transformar la realidad es tarea propia de los cristianos. Así como es ineludible la responsabilidad de aportar a la construcción de las herramientas políticas, sociales y culturales necesarias para los cambios que urgen.

Por eso Mons. Angelelli insistía en “la Fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicción.”

Si nuestra fe no transforma la realidad, no opera los cambios necesarios, no nos hace salir de nuestra comodidad y nos mantiene en la tranquilidad de nuestra conciencias por el sólo cumplimiento de las formalidades religiosas es que estamos sumidos en el letargo.

Si nuestra fe no molesta a nadie y conforma a todos seguramente no será comprometedora ni signo de contradicción.

Seguir a Jesús es animarse a maldecir la higuera que no da frutos, comer con los pecadores, meterse en la multitud y organizarla para que se comparta el pan, ser amigo de las prostitutas, echar a los mercaderes del templo, curar a los enfermos, dejarse tocar por los leprosos, incluir a los marginados de la sociedad, recorrer las calles restituyendo la vida, sumergirse en las aguas turbulentas del mar y animarse a ir al centro del poder explotador consientes de los riesgos que implica el conflicto.

Este es el testimonio también de nuestros mártires, que no fueron héroes ni superhombres. Los conocimos como hombres y mujeres comunes. Con debilidades y temores como todos. Pero si los traemos a nuestra memoria es porque desde la misma fragilidad humana supieron fortalecerse en la coherencia y fidelidad al Evangelio y al pueblo.

Despertar de nuestro letargo, como nos exhorta nuestro obispo mártir, exige hacer opciones de vida comprometedoras, asumiendo los desafíos de la realidad por más crudos que sean, involucrándose concretamente en su transformación.

Despertar de nuestro letargo significa animarse a analizar las situaciones que vivimos como pueblo, detectando los problemas que sufrimos y las dificultades que nos impiden avanzar en los cambios necesarios.

Despertar de nuestro letargo requiere abandonar los lugares en los que nos sentimos instalados y seguros como cristianos, para asumir las necesidades, inseguridades y búsquedas que experimentamos como pueblo que marcha en la construcción de políticas liberadoras.

Ser “signo de contradicción” es ser capaces de romper los lazos de la explotación, que siempre es egoísta, al mismo tiempo que hacedores de la unidad, como expresión acabada del amor, de todos los diferentes que caminan, siempre en movimiento, luchando por la vida.

Ser “signo de contradicción” es animarse a cuestionar las sacralidades que nos adormecen y paralizan, sean éstas en lo religioso, lo cultural, lo social, lo económico o lo político.

Ser “signo de contradicción” es decidirse a vivir la fe en serio, sin temor a las consecuencias.

Un mes antes del golpe de estado de marzo de 1976, cuando la persecución se incrementaba en La Rioja, en su misa radial de los domingos, Mons. Angelelli enseñaba: “No podemos ser infantiles y adolescentes en la Fe. Debemos ser adultos. Para esto hay todo un camino. No podemos estar al margen de la vida, al margen de los problemas, al margen de nuestro pueblo, al margen del hombre concreto, que es mi hermano… Piensen que un día serán juzgados por ese mismo Dios a quienes niegan en el ultraje que hacemos de su imagen que es el hombre.”

Este es el testimonio. Esta es nuestra memoria. Esta es la convocatoria para despertar de nuestro letargo como comunidad y como pueblo.

Equipo Tiempo Latinoamericano