Editorial (Setiembre 2002)
Adueñarse del escenario
“Somos llamados a ser actores y no espectadores miedosos”
Enrique Angelelli
La dura realidad que soportamos la mayoría de los argentinos nos obliga una y otra vez a volver sobre nuestros pasos para hurgar en la memoria experiencias que puedan ayudarnos a encontrar caminos de solución. No parece fácil porque la situación es difícil. Pero tampoco imposible.
Desde el seno de nuestro pueblo van creciendo múltiples expresiones de lucha por la vida. Es que cuando sólo queda por defender la vida no hay lugar para la desesperanza. Tampoco para la mediocridad, el descompromiso o la tibieza. Por eso miramos con confianza tantas luchas que protagonizan los desocupados, los estafados, los acorralados, los traicionados, los descreídos…
Se viene abriendo un camino de esperanza. Para no errarle, tendremos que tener los oídos atentos y el corazón dispuesto para sumergirnos en esa realidad y no quedarnos en la tribuna mirando el espectáculo sin involucrarnos.
“Somos llamados a ser actores y no espectadores miedosos”, advertía Mons. Angelelli hace treinta años. Ser actores implica preocuparse por conocer la obra a realizar y el escenario que debemos ocupar. Significa tomar conciencia de que si rehuimos a asumir nuestro papel, algo en la obra quedará incompleto. De allí la obligación y responsabilidad de no abandonar el escenario de la realidad, que siempre será conflictivo y por ello también riesgoso.
Lo contrario es resignarse a ser “espectadores miedosos”. Con ello tampoco podremos esquivar la responsabilidad. Porque seremos cómplices de los crímenes cotidianos que matan la vida, en cualquiera de sus formas. Y seremos interpelados también por esto. No es posible esconderse debajo de la mesa, ni encerrarse en la comodidad del individualismo. Tampoco refugiarse en la excusa de lo que los otros no hacen.
La gravísima crisis que hoy sufrimos nos obliga a caminar con todos, sin exclusiones ni sectarismos. Sacando lo mejor de cada uno. Fortaleciéndose con el aporte de todos. Aprendiendo de la experiencia de los otros. Valorando a los compañeros de camino, sin competencias mezquinas ni hegemonías caprichosas.
Si no emprendemos esta marcha, que exige la participación organizada de muchos, los pocos pero poderosos que nos dominan seguirán imponiendo las duras cargas que venimos soportando. Dejaremos vacío el escenario para que ellos actúen en una obra que nada tiene que ver con nuestras vidas porque no logran solucionar los problemas de empleo, salud, educación, vivienda, etc.… ahora quieren repetir el espectáculo electoral para que lo sigamos mirando desde la tribuna. Quieren mantenerse en el escenario a pesar del fuerte reclamo de “que se vayan todos”.
Pero el escenario es nuestro. La obra depende de nosotros. Es hora de actuar, para recuperar el lugar que a cada uno le corresponde. Ellos pretenden reducirnos a papeles secundarios mientras deciden nuestro destino. Nosotros deberemos recuperar lo que nos han quitado. En el escenario de un país con riquezas suficientes para alimentar a todos, pero que debe asistir cada día al triste espectáculo de la muerte de 100 niños por causas evitables, quienes ocupan los papeles principales deben resignar el espacio para que otros actores más dignos y competentes ocupen su lugar.
Es la hora del pueblo. No por decreto divino sino por imperio de la necesidad. Ocupar el escenario, sin embargo, requiere tomar conciencia de la magnitud de la obre. Saber que sólo es posible realizarla con la participación de todos, que requiere articular los distintos roles en función de una apuesta seria y responsable. Con un libreto mínimo, fácil de aprender, donde estén contempladas las principales necesidades comunes: 1- El reclamo de un seguro de empleo y formación para los desocupados, como mecanismo que contribuya a la redistribución de la riqueza, y con ello a la reactivación del consumo y la producción para restituir el empleo genuino y fortalecer la acción del Estado en la garantía de los derechos elementales de los más necesitados. 2- La necesidad de renovar todos los mandatos en los poderes institucionales, para que las elecciones dejen de ser una parodia que perpetúa en el poder a una casta política que se ha enriquecido con los dineros públicos. 3- El rechazo a ser el patio trasero de la dominación imperial a través del ALCA; junto con el planteo de una integración latinoamericana que deberá asumir una actitud común en el desconocimiento de una deuda externa ilegítima con la que se quiere sojuzgar a nuestros pueblos imponiéndoles modelos económicos de hambre y miseria.
Adueñarse del escenario para protagonizar una obra con este libreto exige que los actores tengamos voluntad de convertirnos en protagonistas y ocupemos los distintos lugares: los espacios institucionales y los espacios sociales, fomentando en ellos los mecanismos democráticos de la participación directa. Para que el protagonismo sea real y la representación deje de ser delegativa para ser directa.
Sólo es posible adueñarse del escenario, empujando afuera a los que representan una obra antipopular y llenándolo de gente que dice “basta”, que se organiza, se moviliza y decide comunitariamente lo que más le conviene. Adueñarse de la escena es poner en ejercicio la democracia real, para restituirle su sentido, que hoy está devaluado por los delirios autoritarios y represivos de los que no toleran el protagonismo del pueblo porque les arrebata el escenario que usan para incrementar sus privilegios y riquezas. Adueñarse de la escena es ejercer realmente la participación democrática. Es valorar la verdadera democracia, sin regalarle a nadie lo que pertenece a todos.
Equipo Responsable Tiempo Latinoamericano
Índice (Cliquee sobre cada título para ver su correspondiente archivo pdf)
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