Editorial (Noviembre de 1996)

Otra vez profetas

“La juventud y los pobres son los profetas de una nueva sociedad. No tienen nada que perder, ni siquiera tienen el derecho de hablar. Ellos son la protesta y marcan a una sociedad diciendo a los gritos o silenciosamente que algo no anda en la sociedad”.
Mons. Enrique Angelelli – Abril de 1975 – (Reportajes a Mons. Angelelli, pág.87)

Que “algo no anda” también hoy en esta sociedad no caben dudas. El Obispo de Quilmes, Mons. Jorge Novak ha dicho a fines de octubre que “éste es un modelo de muerte”. Y esta crítica al sistema capitalista neoliberal, así como la búsqueda de caminos alternativos fueron algunos de los principales temas que, desde la perspectiva cristiana, reflexionamos a lo largo de este año en los diversos cursos-talleres, seminarios de formación o encuentros de reflexión como el que realizamos en agosto, a 20 años del Martirio de Mons. Angelelli, donde se destacó la presencia juvenil.

Los pobres, con su realidad de exclusión social, sin trabajo, sin atención médica, sin techo, sin escuelas, etc., siguen golpeando nuestro corazón. Un signo cruel de esta realidad fue la vida de los niños recién nacidos abandonados en un tacho de basura. Y esto tiene que ver con la ética egoísta y perversa de una sociedad, que además llena las pantallas de la TV con coimas, drogas, negociados y corrupción en las altas esferas del poder y la farándula, que se conjugan con las palabras del discurso dominante, sobre “modernización”, “globalización”, “flexibilización”, “eficiencia”, “mercado”, etc..

Como respuesta los pobres y los jóvenes se organizan para luchar y sobrevivir. En las organizaciones barriales y villeras, en las cooperativas de vivienda, en las ollas y huertas comunitarias, en los centros de estudiantes, en las cooperativas de trabajo… Y eso significa que la ética de solidaridad no ha sido dominada por la corrupción individualista que nos pretende imponer este modelo del dios “mercado”. Significa que existe otro discurso con palabras que rescatan la memoria de tantas luchas y tantos mártires.

Otro signo alentador que hemos vivido a lo largo de este año, a veinte años del genocidio oligárquico-militar, fue la creciente participación de las y los jóvenes en las diversas convocatorias de encuentros, movilizaciones y huelgas. Además de la verdad sobre la histórica negada, la juventud busca instancias para construir su propia porción de historia.

Es la esperanza de la vida que renace enraizada en la memoria popular. Y es la savia nueva que proyectará nuevas ideas, nuevos bríos y nuevos caminos para los cambios que la realidad de las mayorías empobrecidas reclaman.

Esa juventud que no se resigna a la evasión de la droga y el alcohol ni al conformismo del mundo establecido y que también sufre la exclusión en el trabajo o el estudio es la que consolida sus convicciones y busca ámbitos en los que pueda canalizar sus inquietudes, protestas y aspiraciones.

Los espacios de debate, de formación y de articulación se presentan como una necesidad para profundizar en las alternativas a este modelo de vida que se nos quiere imponer a través de las pautas culturales del modelo dominante, y que repugnan nuestra conciencia humana y cristiana.

La memoria histórica, que brotó con fuerza en las convocatorias masivas de los 20 años de genocidio y martirio, ha servido para inyectar nuevas energías en el desafío de construir una sociedad nueva. Y en este despertar “la juventud y los pobres con –otra vez– los profetas de una sociedad”, que denuncian y anuncian un nuevo amanecer, como la estrella de Belén.

Equipo Responsable
TIEMPO LATINOAMERICANO