Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Enero-Febrero 1987)

CUARESMA: EL RECLAMO AL COMPROMISO

Revista nº30 (Cliquee para ver/descargar)Con ganas renovadas empezamos este 87, sabiendo que es bastante lo que tendremos por hacer. El inicio de la Cuaresma nos plantea la necesidad de una reflexión acerca de la realidad de nuestros pueblos sufrientes, en su camino hacia la Pascua de liberación. En este sentido la meditación del teólogo salvadoreño Jon Sobrino, que ofrecemos en las páginas centrales, servirá de marco para que nos interpelemos sobre el sentido de la cuaresma en la Argentina de hoy. Ello podrá ser un punto de partida que nos anime a no “esquivarle al bulto” de la realidad que vivimos, “para que desde allí sepamos descubrir la presencia de Dios en una experiencia de fe encarnada en la vida de nuestro pueblo.

En este contexto, el ENCUENTRO DE LAICOS programado para la primera semana de marzo, será también la oportunidad para recobrar nuevas fuerzas, mediante la reflexión compartida de las distintas experiencias de compromiso a lo largo y a lo ancho del país, rescatando los pasos liberadores de Dios en la historia de nuestro pueblo, para avanzar desde allí hacia formas más coordinadas e intercomunicadas de acción, que posibiliten una expresión eclesial de acompañamiento a los esfuerzos del pueblo argentino por la plena vigencia de sus derechos sociales, económicos y culturales.

La VISITA DEL PAPA será otro hecho importante en el inicio de este año, que movilizará a vastos sectores de la vida nacional. Más allá de las utilizaciones políticas que sin duda hará los distintos factores de poder, buscando fortalecer posiciones o convalidar conductas equívocas del pasado reciente, el pueblo cristiano se volcará a las calles esperando que la ronca voz del Pontífice resuene, como la de Jesús, clamando justicia para los pobres y la vigencia de una paz auténtica asentada, no en reconciliaciones superficiales, sino en el ejercicio pleno de la verdad, que en el contexto argentino, implica restañar heridas abiertas por los genocidas, mediante la aplicación rigurosa del estado de derecho, si realmente se quiere garantizar la convivencia democrática en nuestro suelo.

Sólo así el histórico paso de Juan Pablo II por nuestra tierra dejará una estela de esperanza, que mucho la necesitamos para seguir caminando en la construcción patagónica de un destino soberano y justo. Porque será también el signo de una Iglesia que debe reparar sus falencias, no quedándose en la declamación sino mostrando en gestos concretos la opción preferencial por los pobres. Y que significa también respaldara aquellos que con su presencia sobresalen en nuestra patria como signo claro de una iglesia profética, tal como se ha expresado en la solidaridad con el Padre Antonio Puigjané ante el intento de silenciarlo, alejándolo del país.

En la Cuaresma que vive nuestro pueblo, los cristianos debemos tener la audacia suficiente para expresar la fe en nuestros propios ambientes de compromiso. Será la forma en que reafirmemos nuestra presencia como Iglesia, justamente en el año en que los Obispos reunidos en el Sínodo de Roma abordarán el tema de los laicos en la Iglesia. Nuestra voz deberá llegar también en el ejercicio de un protagonismo eclesial que nos corresponde por derecho bautismal. Y deberá ser la voz de tantos cristianos latinoamericanos que buscan configurar un rostro de Iglesia junto al pueblo, en la dura lucha por la liberación que se viene gestando en los pequeños David de esta América Latina agobiada por el Goliat del Norte.

Tantos derechos que siguen postergados en nuestra Argentina tendrán que encontrar en nosotros la fuerza suficiente para despertar la esperanza de su recuperación. Es nuestra responsabilidad.

En lo gremial, acompañando los reclamos obreros, participando en sus estructuras organizativas se inyectando en los sindicatos aires nuevos de real participación y pluralismo, contra toda práctica sectaria y burocrática, que aún persiste con fuerza como resabio de un pasado que es urgente cambiar para que el movimiento obrero pueda jugar su rol en las decisiones nacionales.

En lo vecinal, tendremos que plasmar la inserción de nuestras comunidades en las problemáticas concretas de nuestros barrios para desarrollar una acción coordinada con todos los grupos y organizaciones populares que buscan un protagonismo cada vez más auténtico de quienes son los beneficiarios directos de las reivindicaciones por las que se lucha.

Nuestra presencia deberá ser profundamente transformadora, como la levadura en la masa, en todos los ambientes donde se desenvuelve la vida de nuestro pueblo.

Porque es allí donde vivimos hoy la Cuaresma. Y es allí donde debe producirse la resurrección que dé vida a una sociedad nueva, con hombres nuevos capaces de vivir la fraternidad, en la entrega y el servicio permanente, siguiendo el camino señalado por nuestros mártires, hasta enterrar definitivamente el egoísmo, la muerte y el pecado. Es la conversión que se nos reclama en esta Cuaresma.

Equipo Responsable