Editorial (Julio 1983)
Una responsabilidad como laicos
“Los momentos que vivimos piden hombres y mujeres generosos que den lo mejor de sí para la Patria. Los católicos debemos ser los primeros en dar esta contribución” (Iglesia y Comunidad Nacional - 175).
“Deben los laicos, además, conocer profundamente y estudiar la realidad temporal, descubriendo en ella las tendencias dominantes… los laicos podrán, comprometidos en esta doble tarea, discernir, criticar constructivamente y hacer públicos estos juicios de valor en materias concretas” (187).
“Asimismo, conviene que los laicos que se sientan capacitados no rehúyan ocupar puestos de responsabilidad, con verdadero espíritu de servicio, abordando el difícil campo de las opciones posibles en el quehacer social, educacional y político para vivir la consigna evangélica de ser sal, luz y levadura en las estructuras temporales” (188).
“Deberán influir eficazmente en la promoción y conducción leal de aquellos medios o instrumentos socio-políticos o de comunicación social que configuran al hombre de hoy en la sociedad. Citamos, por ejemplo: los medios de comunicación social…” (190).
Estas palabras de los Obispos argentinos cobran hoy repercusión y especial vigencia cuando estamos abiertos a una etapa que debe ser de transformación.
Hemos querido asumir como Iglesia el compromiso que consideramos en el hoy argentino, “evitando –como decían los Obispos– la indiferencia y la abstención que configurarían una seria omisión en estos momentos en que se necesita la colaboración de todos” (174).
Por nuestra fe, por el Bautismo que nos ha consagrado y porque el Espíritu sopla “donde quiere y cuando quiere”, al decir de la Biblia, entendemos que nuestra tarea también es una expresión de Iglesia.
Los hemos dicho ya: Queremos aportar un rayo de luz. No decimos LA luz. Sencillamente un aporte más, entre los muchos que se van sumando y que hoy se necesitan, para hacer que nuestra Argentina se encamine definitivamente a su destino de grandeza y felicidad.
Nunca hemos sido tan pretensiosos como para constituirnos en “dueños de la verdad” – (¿quién puede serlo?)– ni tampoco en una expresión abarcadora, institucional e integral de la vida de la Iglesia.
Queremos decirlo con toda claridad: Nuestra revista es un esfuerzo conjunto de bautizados que aspiramos a una presencia comprometida de los cristianos con la realidad argentina. Precisamente en la línea señalada por nuestro Episcopado.
Desde nuestra misión laical entendemos el compromiso bautismal como una decidida acción transformadora de las estructuras de pecado, tantas veces denunciadas por el Magisterio de la Iglesia.
Porque la reconciliación –han enseñado los Obispos– “sólo puede ser perdurable si se edifica sobre la justicia” (IyCN, 35).
Y han sido precisamente las mayorías –que también fueron y son las más agredidas– quienes mejor han asumido el llamado a la reconciliación. Los diversos sectores sociales reclaman hoy el cese de viejas antinomias que artificialmente han separado a los argentinos.
Si algo positivo podría rescatarse de estos siete duros años, esto es sin duda el crecimiento en la conciencia social y política acerca de los problemas de fondo que tienen trabada nuestra realización como Nación, así como el claro avance en torno a las coincidencias para encarar las soluciones.
Y los cristianos tenemos en esto una especial responsabilidad. Estamos urgidos por el Evangelio, por el Magisterio de la Iglesia y por una realidad que nos interpela.
Este es el sentido de nuestro camino. Marchamos con los ojos puestos en el futuro que nos espera. Y sabemos que ese futuro depende también de lo que hagamos o dejemos de hacer hoy.
Por eso no queremos entretenernos con las piedras que se nos puedan cruzar. Tratamos de esquivarlas. Porque volver a los viejos entretenimientos de discusiones estériles y exquisitas, es no haber aprendido nada de esa gran maestra de la vida, que es la historia. Y más aún, es distraer un precioso tiempo que necesitamos volcar positivamente en la construcción, en el hacer hacia adelante, en el mirar con ojos de esperanza.
No creemos positivo sumar elementos de confusión y desencuentro. Tampoco el “anatematizar” todo esfuerzo por aportar desde el Evangelio a una vivencia consecuente de la fe para transformar las situaciones de opresión e injusticias.
En este sentido, pensamos que toda corrección fraterna ha de hacerse en los términos señalados en el Evangelio. “Primero, ve y dile a tu hermano”. Antes que en el ataque inquisitorial, creemos en el diálogo de hermanos.
Si como dice el refrán “la caridad empieza por casa”, la metodología para el reencuentro que la Iglesia propugna para los argentinos, no puede ser alimentada favorablemente por acusaciones entre hermanos que se constituyen en serios escollos para cerrar esa profunda herida abierta en los dramáticos años que vivimos.
La palabra de aliento de Mons. Novak, de sacerdotes, pastores y tantas comunidades cristianas que nos han hecho llegar su solidaridad desde los diversos puntos del país nos anima a profundizar nuestros esfuerzos en la seguridad de que este humilde y sencillo servicio es también expresión de esa Iglesia que busca ser solidaria con los pobres, porque ellos son los privilegiados de Jesucristo.
Equipo Responsable
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