Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Diciembre 1982)

SERÁ MÁS DULCE NUESTRO PAN

Revista nº3 (Cliquee para ver/descargar)Cuántas veces hemos escuchado y pronunciado la palabra paz.

Cuántas palabras se dijeron para explicar lo que significa PAZ. Quizás fueron tantas, que nuestros oídos se volvieron sordos o quizás fueron falsas, que nuestro corazón se hizo indiferente. Lo cierto es que el término “paz” no tolera definiciones conceptuales, sino que expresa una realidad dinámica que debe echar raíces en el corazón de cada hombre y de cada sociedad.

Por otro lado nos preguntamos ¿cómo es posible hablar de paz en un mundo que ha elegido la violencia? ¿Cómo hablar de paz cuando por ella se entiende tranquilidad? ¿Cómo pronunciar la palabra “paz” y evitar que nos confundan con un vendedor más de un producto para estas fiestas navideñas? O simplemente ¿qué significa “la paz” para los Cristianos?

El próximo 1ero de enero de 1983, se celebrará la Jornada Mundial de la Paz y Juan Pablo II ha sugerido como lema de todo el año: “El diálogo por la Paz, una urgencia para nuestro tiempo”. Hermoso lema que parece elegido para nuestro pueblo, una razón más para que intentemos esta reflexión.

Paz no es ausencia de guerra o lucha violenta, sino que es presencia de justicia y amor. Así lo señala el profeta Isaías y otros autores bíblicos al decir que “la paz es fruto de la justicia”. Por lo tanto, la pacificación tan deseada por todos llegará en la medida que trabajemos por la justicia, palabra olvidada en nuestro vocabulario, destruida en nuestra realidad, y negada por los que tienen el poder.

De dónde deducimos que los enemigos de la paz son muchos: la injusticia, la mentira, el fraude, el silencio, el monólogo, etc. De aquí “la urgencia”, como lo señala el Papa, del diálogo como condición y sustento de una verdadera PAZ.

Para el creyente el fundamento último es “el Dios de la paz” (1 Tes. 5, 23), para el no creyente “el bien común” de toda la familia humana. Pero en definitiva todos sentimos un imperativo que surge de la naturaleza propia del hombre y con nuestros semejantes. De allí que la paz está inevitablemente unida a un orden social que debe ser garantizado por una autoridad política que esté al servicio del pueblo.

En este mes de Diciembre en que celebramos el nacimiento del “príncipe de la Paz”, queremos desear, a los que hacen posible esta palabra, a los que estuvieron desde el comienzo y a los que hoy se incorporan como lectores, una Navidad con PAZ. De ese modo aunque no haya pan dulce, será más dulce nuestro pan.